La mascota suele llegar a casa con ilusión.
Entre mimos y apapachos, se convierte en un miembro más de la familia.
En algunos casos, sin embargo, la mascota se transforma en un ser odiado. La razón: su incorregible comportamiento.
Macetas rotas, fluidos en la alfombra, almohadas mordidas y otros
problemas hacen perder la paciencia. “Lo primero que uno debe
preguntarse, antes de echarle la culpa al animalito, es qué ha hecho la
familia para que eso no ocurra”, sostiene Liliana Tuñoque, psicóloga de
la Clínica Internacional. “Si la mascota hace y deshace en la casa, es culpa de las personas que se lo permiten”, agrega.
En tal sentido, la familia debe buscar una
solución conjunta para resolver la situación, ya que tomar decisiones
impulsivas y unilatelares podría causar conflictos más serios. Hay que
pensar en los niños pues ellos suelen ser los más afectados. “Si
un niño llega a casa y descubre que los papás se han desecho de su
mascota, además de ponerse triste, puede desarrollar sentimientos de
culpa”, apunta Tuñoque. Lo aconsejable es guardar la mesura, analizar todas las opciones y decidir.