Llevarse mal con él o los hermanos de tu pareja crea conflictos y rencores que pueden destruir tu relación.
Después de la suegra, un nuevo personaje puede entrar en la escena para crear conflicto en una pareja: el cuñado o cuñada.
Intervienen en las discusiones, se meten en la crianza de los sobrinos,
crean una suerte de competencia con el nuevo miembro de la familia y
hasta se gastan comentarios poco agradables respecto a él o ella. Claro
que, a veces, el depositario de todas esas malas vibras también hace lo
suyo.
Para la psicoterapeuta del Centro de Psicoterapia Psicoanalítica, Liliana Tuñoque,
cuando los cuñados intervienen en la relación de pareja de sus hermanas
o hermanos es inevitable que esta se perjudique, ya que la unión
familiar se rompe y se genera un conflicto interno donde, por un lado,
está el vínculo sentimental y por el otro, el sanguíneo, imposible de
separar.
“Por eso, es importante delimitar los espacios y darle el lugar,
importancia y rol que a cada uno le corresponde”, afirma. En estos casos
-explica-, lo ideal es que tanto la pareja como el cuñado conversen y
compartan opiniones hasta llegar a un acuerdo, siempre respetando el
espacio de la pareja. “Sin embargo, cuando la unión se ha roto y el
respeto se ha perdido, es mejor cortar por lo sano y distanciarse hasta
que ambas partes recapaciten, replanteen la situación y sean capaces de
limar asperezas”.
La experta sostiene que hay situaciones extremas en las que, debido a
este clima de tensión, surgen las agresiones verbales e incluso
físicas. En este caso, debe respetarse la relación y poner un límite.
EL Trome. 6 de Septiembre de 2012